Era muy difícil imaginar que en el ocaso de una productora como la
Hammer fuera a salir de la galera una serie televisiva como ésta. Hammer
House of Horror fue producida en 1980 y constó de tan solo 13 episodios
semanales, de poco menos de una hora de duración cada uno. Los mismos,
sin embargo, quedaron grabados en la retina de muchos televidentes que
últimamente pudieron disfrutar, sí, de los de Fox Mystery Theatre, una
serie que tomaba episodios de Hammer House of Mystery and Suspense, que
se harían poco tiempo después y que continúan apareciendo como perdidos,
como simples largometrajes, en medio de la programación de la
televisión para abonados.
Lo cierto es que el tradicional estilo
gótico de la Hammer aquí dio un giro impensado y en la mayoría de los
episodios, quizás por querer cambiar una receta que durante los últimos
años estaba casi agotada y que ahora se volcaba a un terror más
cotidiano y de gran amplitud. De ahí que el parentesco con los clásicos
cuentos de la productora rival Amicus (Las profecías del Dr. Terror,
Mansión embrujada, Más allá de la tumba, y las olvidadas adaptaciones de
Cuentos de la cripta y La bóveda del terror, entre otros) se hacía
bastante evidente, aparte de los típicos finales sorpresa, y de la
cantidad de desnudos y el nivel de gore y violencia que se veía, para
ser una serie televisiva británica de comienzos de los ´80. En ese
momento también estaba en el aire otra recordada y más famosa serie
inglesa: Tales of the Unexpected, mientras en la memoria de los
seguidores de la Hammer aún estaba alojada Journey to the Unknown /
Rumbo a lo desconocido (no confundir el título en español con el de The
Outer Limits), la primera serie de la Hammer cuyos 17 episodios se
emitieron durante una sola temporada, en 1968, y donde los relatos
tenían un estilo más parecido al de la primera Dimensión Desconocida.
Witching
Time (Tiempo de brujería) – Un compositor de bandas sonoras para
películas de terror (Ian McCullough) es sorprendido por la misteriosa
aparición de una mujer (Patricia Quinn) que dice ser una bruja del siglo
XVII. A la preocupación por la sospecha de que su esposa le es infiel
con su psiquiatra se le suma la posesión de la cual es objeto. Este
primer episodio denota cierta ingenuidad (sobre todo en lo que respecta
al estereotipo de la bruja) y ofrece algunos pasajes de buen suspenso
que, sin embargo, lo perfila como el menos terrorífico de la serie.
Curiosamente, y siguiendo la línea de los cuentos de horror de la
productora Amicus, aquí hay una moraleja vinculada a la infidelidad pero
con final feliz y que no proviene precisamente de terreno sobrenatural e
impregnado de aires de venganza.
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