Que el cineasta neoyorquino Larry Cohen (nacido en 1941) no cuente siquiera con una foto de su semblante en la entrada que le dedica la web IMDB (Internet Movie Data Base), habiendo sido el guionista de ochenta títulos si tenemos en cuenta largometrajes, series de televisión y telefilmes que llevan su firma, además de habiendo dirigido dieciocho películas, casi todas ellas también producidas por él mismo, siendo de entrada injusto, es mucho más significativo de lo que pudiera parecer. No se trata ni mucho menos de un absoluto desconocido, pero sí hay que tener un cierto grado de erudición para que a uno le suene su nombre; aunque por otro lado sea fácil conocer al menos una de sus cintas más reivindicadas, merecedora incluso de la etiqueta “de culto”, como sucede con “Estoy vivo” (It´s Alive, 1974). Dentro de esa misma categoría, quizás con menos unanimidad, están “Demon” (God Told Me To, 1976) y “La serpiente voladora” (Q, 1982).
La trama nos cuenta una historia de corte policiaco en el que se van investigando las muertes de una serie de personas en los tejados de los edificios de Nueva York. Poco a poco irán descubriendo que se trata de una animal muy grande que consigue ocultarse a la vista en la Gran Manzana... y que podría ser incluso un ser mitológico conocido como Quetzalcóatl, dios azteca mitad serpiente mitad ave.
Con unos más que efectivos F/X (puro y delicioso stop motion), la película ofrece buenas muestras de gore, secuencias divertidas y dos geniales interpretaciones, la de David Carradine (un habitual de este tipo de pequeñas producciones en los 80 tras su paso por la mítica serie Kung Fu y mucho antes de ser rescatado por Tarantino en Kill Bill) y sobre todo la del actor fetiche de Larry Cohen, el simpático Michael Moriarty
Cuenta la leyenda que, tras ser despedido por los productores del rodaje de Yo, el jurado (I, the Jury, 1982) (finalizada por el impersonal Richard T. Heffron), Larry Cohen aprovechó lo que le restaba de la semana pagada que tenía en el hotel neoyorkino donde se hospedaba para poner en marcha una nueva película. Así, en poco más de seis días contrató al equipo artístico necesario y escribió el libreto de la cinta, basándose para ello en la extraña idea que le sugirió su primer contacto visual con el edificio Chrysler . De esta pintoresca forma y contra todo pronóstico nacería uno de sus más completos trabajos, Q, la serpiente voladora (Q, 1982), una original y atípica mezcla de monster movie y thriller urbano, que, al igual que gran parte de la obra de su autor, parte de una premisa un tanto singular; ni más ni menos que la venida del sanguinario dios azteca Quetzalcoatl
al Nueva York de finales del siglo XX.
El título original de la película, “Q”, a la que también se la conoce como “The Winged Serpent” o “Q: the Winged Serpent”
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